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Susana Hernández: «Tenemos que contar que vendemos un arroz 100% aragonés con una calidad excepcional»

  • La directora general de Arrocera el Pirineo explicó la evolución de la cooperativa y sus productos

«Mucha gente de aquí no sabe que el arroz Brazal es 100% aragonés y tenemos que contar estos valores. Si lo prueban, verán que es un arroz excepcional», explica Susana Hernández, la directora general de Arrocera del Pirineo, que protagonizó una Mesa Abierta patrocinada por Kalibo.  «Estudié ingeniería agrícola y trabajé en distintos ámbitos, hasta que me saqué el título Atria y me surgió la oportunidad de entrar en Arrocera del Pirineo. El mundo del arroz era desconocido para mí, pero encontré mi sitio y llevo ya 15 años, realizando trabajo de campo como técnica hasta 2014, y como directora general desde entonces», añade.

Arrocera del Pirineo es una cooperativa de segundo grado, es decir, «una cooperativa de cooperativas». En 1996, una docena de cooperativas arroceras, que cultivaban la misma variedad y tenían los mismos compradores, se unieron y formaron Arroceras del Pirineo. De estas 12 empresas, algunas desaparecieron o fueron absorbidas, por lo que ahora quedan tres, dos de Cinco Villas y una de Huesca.

La marca Brazal surgió en 1997 y ha tenido un crecimiento lineal. «Con los cambios de los años 2014-2015, se apostó por potenciar la marca Brazal. Antes se prestaba más atención a la venta a granel, pero en 2008 se hizo el molino en Alcolea de Cinca y se empezó a vender el arroz blanco, sin cáscara, que deja márgenes mayores. No es un producto perecedero y viaja bien», explica Hernández. Las cooperativas base almacenan el arroz cáscara de sus socios. De allí pasa al molino en función de la demanda, se elabora y se vende.

Esta cooperativa produce 7 millones de kilos, 4 millones de ellos de arroz blanco. «El 30% de lo que se produce es para la marca y el resto para granel«. La estrategia de comunicación y de apuesta por la marca Brazal les está funcionando y desde 2015 «vendemos el doble y facturamos el triple gracias a la apuesta de publicidad». Se trata de un producto de gran calidad que se reconoce mucho fuera de Aragón. «En volumen, la variedad que más se produce es Guadiamar (que se usa para guarnición, sushi…). Pero el 90% de las ventas en paquete son de la variedad Maratelli, que tiene muchas prestaciones culinarias y absorbe muy bien los olores y sabores».

«Uno de los retos fue el packaging. Teníamos un paquete un poco de los años 80. No teníamos muchos recursos y queríamos hacer un paquete que se vendiera solo. Nos decidimos por el código de colores y por potenciar el tema de los usos. Hemos investigado qué variedad iba mejor para cada uso a través de una escuela de cocina y ponemos la información en el paquete (tiempos de cocción, cantidad de agua)», señala la directora.

En cuanto al cultivo de arroz en Aragón, Hernández explicó que en los años 30 se cultivaba algo de arroz en la zona de Pina de Ebro, pero se abandonó. «En los 60 se empezó a cultivar en Alcolea de Cinca, pero la gran expansión fue en las Cinco Villas en los años 90 a través de los pueblos de colonización, que tienen tierras muy complicadas. Un catalán probó a plantar arroz y fue el producto que mejor funcionó. Al principio fue todo producción, luego ya se fue complicando, pero se aprovechó unas tierras que no se usaban», explica  Hernández, que también cuenta que en Aragón no se puede cultivar cualquier variedad, pero que desde la cooperativa van haciendo pruebas y trabajan mucho el I+D.

Arroz Brazal cuenta también con una línea de productos «selección», con una calidad algo superior, un packaging diferente, en sacos de tela, etc., que se vende en tiendas gourmet. Además, su línea de «especialidades» ofrece productos como arroces con setas deshidratadas o cerveza elaborada con cebada y arroz.

El 35% del arroz se vende fuera de Aragón y un 40% se destina al canal hostelería. Además, la cooperativa apuesta por la sostenibilidad. «En el molino no se pierde nada, se aprovecha todo. El 60% es arroz blanco y el resto es cascarilla que se usa para granjas de pollos; un polvillo que llamamos cilindro va a fábricas de pienso; y los granos partidos los vendemos a empresas de alimentación animal, sobre todo para perros». Ahora están inmersos en un proyecto para conseguir un envase elaborado con la cascarilla de arroz, algo muy sostenible que acabaría con el uso del plástico.

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